7.4.06

Inventores de realidades. Julio Cortázar



Adoramos el arte; es por ésto que decidimos elegir de a ratos un hacedor de realidades, ya sea une scrito, pintor, escultor, músico, etc... para comentar acerca de él y plasmar algún resultado de sus aptitudes. El primero en nuestra lista, y no nos importa admitirlo, lo tenemos en la gloria, es : Julio Cortázar.

En una serie producida y dirigida por Jorge Luis Borges (no es necesario que diga quién es... más allá de eso ya le dedicaremos más de un espacio), él dice:

"Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entro los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermosos que no descifran ni la psicología ni la retórica...".

Julio Cortázar, nació en Bruselas (Bélgica) en el año 1914. Estudio Letras y Magisterio, trabajó como docente en escuelas y universidades de provincias argentinas. Fue traductor público y escritor. Se exilió de la Argentina a partir de 1951 en París, donde continuó escribiendo no sólo cuentos literarios, sino también artículos periodísticos, especialmente durante el tiempo que tuvo lugar en la Argentina el gobierno instaurado por la Junta Militar.
Falleció en 1984 en París.

En la misma serie Borges agrega un prólogo donde comenta que él fue, confesado por el propio Cortázar, su primer editor. Y luego de cuarenta y tantos años, ese que fue su primer lector y que mandó su cuento a la imprenta con alegría, comenta acerca de su obra

"El estilo no parece cuidado, pero cada alabra ha sido elegida. Nadie puede contar el arguemento de un texto de Cortázar; cada texto consta de determinadas palabras en un determinado orden. [...]".



Es por éste estilo imperfecto pero armonioso, que hoy lo elegimos.



De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina qe reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguem para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.

"Las líneas de la mano" en Historias de cronopios y de famas.

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