25.8.06

Hermeticidad de una historia templada.

¡Qué bravo se vino este invierno! Perdone Usted que haya interrumpido nuestra conversación. Es que en esta época del año, si uno no se asegura que estén todas las ventanas bien cerradas, el menor chiflete puede enfriar toda la casa. Y Usted sabe cómo son las casas viejas. Esta con lo grande que es tarda días en calentarse. Mi abuela decía que con frío no se puede dormir. Lo que hacía en los primeros días de invierno, cuando la casa aún estaba fría, era ponernos a cada uno un ladrillo caliente a los pies de la cama por las noches Y ella lo había aprendido de su abuela. ¿Cómo se pierden los hábitos, no? Mis nietos ahora viven en un departamento y tienen una de esas estufas modernas que en veinte minutos calientan la habitación entera. ¿Tiene nietos, Doctor? Los míos igualmente no le tienen miedo al frío. Bah.. ¡Como todos los chicos! Incluso yo de chica era así de loca también. Cuando nos íbamos a San Carlos a visitar a mi tía Olga… ¿Conoce Usted Bariloche? Yo amo los paisajes, pero no me gusta el frío. Sin embargo, me acuerdo que con mis primos quedábamos encantadísimos con la nieve. Jugábamos durante horas. Mi mamá siempre temía que yo me enfermara. Eso yo lo entendí recién cuando tuve mis hijos. ¿Tiene hijos Usted? Los míos viven lejos. Ya casi no los veo; sólo para las fiestas. Yo antes iba seguido a visitarlos. Ahora tengo miedo de salir… y más con este frío.
El otro día me contó Etelvina que mataron a un muchacho acá en la esquina. Parece que venía de una manifestación. Sí, acá en la esquina. Me contó Etelvina, porque yo no oí. Estando acá con todo cerrado uno no se entera qué es lo que pasa afuera a menos que le cuente alguien. Al parecer eran los chicos de un colegio que querían viajar gratis en colectivo. ¡Si serán! Verá Usted, a nosotros nadie nos regaló nada y nunca nos faltó un plato de comida calentito en la mesa, un regalo en navidad, ni un paseito por el centro de tanto en tanto.
Cuando yo era joven me encantaba ir al teatro. Íbamos con mi papá y con mi mamá cuando era mi cumpleaños y mis hermanas se quedaban en casa. Más adelante con mi marido –que en paz descanse- íbamos al cine. Dejamos de ir cuando se enfermó. Ahora miro televisión. Cuidando a mi esposo me acostumbré a estar sola en la casa. No salgo casi nunca, sólo lo indispensable para comprar cosas para la casa y comida.
Hablando de comida. ¡Mire la hora que es! Supongo que en su casa su familia lo debe estar esperando para cenar. Lo acompaño hasta la puerta, así me aseguro que quede bien cerrada por que si se llega a mandar el chiflete se puede enfriar toda la casa, y con frío después, no se puede dormir.



Mariana Vilarullo

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